Esto es lo que hacen los trabajadores de la
limpieza cuando no miras
Una investigación ha descubierto
algo sobre el empleo actual que puede parecer sorprendente. La gente asume más
tareas, incluso cuando se lo prohíben. Esta es la razón
Las limpiadoras asumen
voluntariamente más carga de trabajo.
La economía
neoclásica ha subrayado cómo, para los empleados, el tiempo que pasan en su
puesto de trabajo es percibido como no deseable, por lo que desarrollan
estrategias racionales para evadirse de él o para dedicarle la menor energía
posible. Desde otra perspectiva, como la de Hannah Arendt, el tiempo de
trabajo es aquel que se nos resta de las cosas importantes de la vida, por lo
que tiene sentido que se intente disminuir al máximo. Ambas miradas ratifican
la idea, imperante en el mundo del management, que la vigilancia y el
control son indispensables, y más aún cuanto peor sea el empleo. El control
es una respuesta legítima e imprescindible, porque en caso contrario, casi
nadie realizaría sus tareas.
Cuando el salario es escaso
Sin embargo,
como aseguran Dale Tweedie y Sasha Holley, de la Macquarie
University (Australia) en el estudio 'The subversive craft worker: Challenging
disutility theories of management control', esta creencia no se ajusta a la
realidad contemporánea y no explica lo que los trabajadores de verdad
hacen. Investigadores como Christophe Dejours, David Courpasson o Richard
Sennett han señalado cómo la motivación para realizar bien el
trabajo suele estar mucho más presente de lo que se cree. El cirujano, el
abogado, el ingeniero, el periodista o algunos directivos suelen prestar
atención a que su tarea se realice conforme a las necesidades que el oficio les
impone, y cuando no es así, se sienten frustrados. Lo que el estudio de Holley
y Tweedie señala es que no sólo ocurre en el sector del trabajo
intelectual, ni tampoco en los puestos mejor retribuidos, sino que aparece
incluso en aquellos casos en los que el salario es escaso y el reconocimiento
social bajo o inexistente.
La presión
por reducir costes lleva a que el trabajo se sustancie en el menor tiempo posible
o se ejecute con menos medios de los necesarios
Pero además,
el estudio subraya algo oculto, como es que a menudo desoyen las órdenes de sus
superiores, no para escaquearse del trabajo, sino para hacerlo mejor, porque
los instrumentos de control y de valoración del desempeño contemporáneos no
instan a que los empleados realicen correctamente sus tareas, sino a que
desarrollen niveles cualitativos mucho más bajos. La presión por reducir costes
lleva a ordenar que el trabajo se sustancie en el menor tiempo posible, o se
ejecute con menos medios de los necesarios o en condiciones poco apropiadas, lo
cual lleva a un escenario esquizofrénico: el empleado debe priorizar
aspectos que rebajan la calidad de su trabajo, y al mismo tiempo quiere
realizarlo correctamente porque hay elementos de su personalidad en juego.
El reconocimiento
Según los
investigadores, desarrollando las teorías de Axel Honneth y de
Dejours, en el desempeño laboral son importantes aspectos como el
reconocimiento de la comunidad y el reconocimiento de los compañeros. Los
médicos suelen pensar que su contribución social es importante y que por
eso su trabajo debe ser realizado conforme a lo que los demás esperan de ellos
o un cirujano puede sentirse satisfecho de que sus pares valoren su maestría.
Pero además de estos elementos, también entra en juego la satisfacción
personal, la sensación de estar haciendo las cosas como se deben hacer, ya que
eso genera un sentimiento de valía al que no están dispuestos a renunciar.
Nunca he
sentido ninguna conexión con la empresa. Nunca ha hecho nada para promover mi
sentido de la lealtad hacia ella
El estudio
incluye entrevistas con empleados de limpieza de escuelas públicas, además de
con directivos de las subcontratas, directores de colegios, funcionarios y
representantes sindicales. El promedio de edad de los entrevistados era de
55 años (iba desde los 20 a los 66 años) y habían trabajado en el sector,
ya fuera a tiempo parcial o a jornada completa, un promedio de 14,6 años (desde
cuatro meses a 31 años). Se ha respetado en el estudio el anonimato de los
entrevistados. Los nombres utilizados son ficticios.
El trato, deficiente
Los
empleados eran contratados por empresas de las que dependía su
retribución, estaban prestando sus servicios en escuelas públicas y el control
de su trabajo era realizado por funcionarios del gobierno. A pesar de que las
relaciones con sus pagadores no eran buenas, porque las condiciones
salariales y de trato eran juzgadas como deficientes, exhibían una vinculación
fuerte con las personas y los lugares en los que prestaban sus servicios.
“Nunca he sentido ninguna conexión con la empresa, siempre sentí que trabajaba
para la escuela. La compañía nunca ha hecho nada para promover mi sentido de la
lealtad hacia ella". (Bill, empleado de limpieza)
Eres
limpiadora, estás en el escalón más bajo y te hablan como si fueras una cerda
Su trabajo
es físicamente exigente y a menudo desagradable y las muestras de
reconocimiento brillan por su ausencia. Una gran parte de los entrevistados
señalaban que eran ignorados, menospreciados y acosados por los
directivos de la firma sólo por la tarea que realizaban. “Eres limpiadora,
estás en el escalón más bajo y te hablan como si fueras una cerda”. (Polly).
Aun cuando es frecuente que existan pocas diferencias en cuanto a formación y
experiencias vitales entre las personas de la contrata y los limpiadores,
aseguran los investigadores, este clase de tratamiento es el dominante.
Nos dicen
que limpiemos las ventanas una vez al año, y te fijan una fecha para ello. Yo
limpio las mías cada trimestre
Ya que los
gestores se centran en el control de costes, sólo permiten que empleen tres
minutos para limpiar cada sala y cada aula, un tiempo a menudo insuficiente. Es
la buena voluntad de los empleados, que sienten cierto orgullo por la escuela,
la que les lleva no sólo a desempeñar bien su trabajo, empleando la dedicación
precisa, aun cuando les requiera más horas de trabajo, sino a poner atención en
tareas que no les competen, como el cuidado de los jardines. Una tercera parte
de los entrevistados aseguran ir a menudo más allá de su trabajo, asumiendo
voluntariamente más funciones de las debidas: “Nos dicen que limpiemos las
ventanas una vez al año, y te fijan una fecha para ello. Yo limpio las mías
cada trimestre” (Gwyneth, trabajadora de la limpieza). Algunos de los
entrevistados aseguran desoír las instrucciones recibidas, como limpiar el hall
de la escuela una vez al día, y lo hacen un par de veces o tres, según lo
entienden necesario. Las dos quintas partes habían desarrollado rutinas de
limpieza propias, de forma que pudieran dar respuesta al mismo tiempo a las
exigencias de la empresa y a su deseo de hacer bien el trabajo.
Hacer las cosas bien, pese a los jefes
Los
productos que se les facilitaban para su tarea tampoco son los adecuados, y una
cuarta parte de los entrevistados aseguraba traer a la escuela sus
propios materiales, como productos de limpieza, a pesar de que esa es una
conducta sancionada por la empresa, porque, según afirmaban, no
querían que la calidad de su trabajo se viera comprometida por un
material deficiente.
En
definitiva, concluyen los investigadores, lo que el estudio pone de manifiesto
es que los trabajadores contemporáneos desafían a menudo los controles
coercitivos y racionalistas no para eludir sus tareas, sino para hacer un
trabajo de mayor calidad. La búsqueda de una mayor autonomía por parte de los
empleados tiene que ver con combatir las prescripciones de compañías que
buscan abaratar costes a partir de la prestación de un servicio de menor
calidad, algo que los empleados, con independencia de su salario, no suelen
estar dispuestos a tolerar, en la medida en que su personalidad y su autoestima
se ven comprometidas en esas tareas. Y eso incluso en los oficios en los que
menos se cobra y que cuentan con menor capital simbólico. Lo cual debería
hacernos repensar cómo estamos enfocando el trabajo.
Fuente: El Confidencial.com